Con una propuesta alegre y locuaz los alumnos del sexto trimestre de la licenciatura en Actuación de la FBA-UAQ recibieron a estudiantes de teatro de la UAA y de colegios de bachilleres de Ciudad de México, el viernes 13 de abril, en el teatro Esperanza Cabrera con “La cantante calva”, de Eugène Ionesco. Llama la atención cuánto resiste este disparate dramatúrgico de tan cotidiana congruencia la adaptación a las necesidades de evaluación del aprendizaje, de la exploración de las posibilidades interpretativas, y/o de la experimentación de recursos escénicos. Los alumnos de la generación 2015-19, durante su quinto semestre necesitaron dar rienda suelta a la expresividad y gestualidad corporal principalmente, y a la vista de los resultados, mucho se han divertido, tanto que no descartan la posibilidad de hacer temporada. Con semejante título sólo cabe esperar una humorada, una tomada de pelo, pero por lo menos inteligente pues para eso va uno al teatro; que no resulte una mera payasada, un mal intento por ser gracioso, una fuga de conejos antes de ser sacados por la chistera. Porque ya estaba avisado por otra puesta, que no cabía esperar a ninguna cantante, vamos ni una nota entonada por ninguna mujer calva, real o artificial; aunque según una recopilación de reseñas, hubo, siete décadas atrás, un público que silbó y abucheó por el engaño infligido con la nominación de la obra. Este teatro de Ionesco, “La cantante calva”, es inteligente porque es bobo, quiero suponer que por propósito, no por incapacidad, porque una ramplonería tan obvia sólo puede ser intencionada. A partir de ahí el dramaturgo se burla de mí, y yo me entretengo siendo tema de burla. Ionesco se burla de mí al hacerme reír de las nimiedades cotidianas con que ocupo mis lapsos de vigilia, y tan satisfecho o colmado que convido o involucro a otros. Aparcar, que no carecer ni cancelar la inteligencia no es de tontos, pero arrimada así, es la imaginación interpretativa de la docena de estudiantes la que sostiene y proyecta inteligentemente la hilaridad de “La cantante calva”. Parte de esa imaginería y creatividad que redunda en una atractiva continuidad incesante de una no-trama obviamente absurda. Descansando la atracción en la no-imitación de los intérpretes entre sí de los mismos personajes. Cual haciendo fila interminable, los doce estudiantes van dando vida a los personajes según les corresponda aparecer, incluso sin mayor preocupación por la coincidencia de género. No obstante todo el acierto de teatralidad por parte de los estudiantes encabezados por la maestra Abigail Contreras Favila, quedo plenamente convencido que el mayor absurdo de “La cantante calva” es que sea teatro, o por lo menos de que no cualquier dramaturgia, per se, sea teatro. Tratándose de Ionesco me planto en “La lección”, la segunda de sus obras, también dada a conocer en 1950, porque tampoco de “El rey se muere”, conocido en la UV por parte del Laboratorio Escénico de la Facultad de Teatro, en 2002 durante la XXIII Muestra Nacional de Teatro, entendí o capté por dónde pasó. Quizá porque como señala Jacques Lemarchand, el de este rumano-francés sea todavía un teatro sin etiqueta al no ser psicológico, ni simbolista, ni social, ni poético, ni superrealista; es exaltante por ilógico e irracional; es extraño porque no amonesta ni pretende o intenta provocar.
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