La cura poco me llamaba la atención en el auditorio del Museo de la Ciudad. Verifiqué si acaso sería una producción fuereña, para darle esquinazo con toda mi xenofóbica ufanía y sin el menor remordimiento, pero surgió un nombre a retomar, como el de una reaparecida: Connie Garrido. ¿Dirección escénica? ¡Oh! Imposible no recordar la grata impresión romántica de aquel Rigoletto de hará tres años en el Esperanza Cabrera. Además una garantía actoral de sólida y continua trayectoria queretana: Abigail Contreras y Jorge Maldonado. Mínimo el riesgo de defraudación y decepción.
Pero aún con las cartas destapadas no sabemos exactamente cuál es el juego. ¿Quién tiene las mejores armas para ganar... qué? Permanecemos expectantes por el surgimiento la interna-reclusa vencedora, aunque dejemos en un segundo plano la materia de esa victoria. El médico está descartado por su lejanía al sometimiento de quienes se encuentran en el encierro; en principio él no está ahí contra su voluntad, encerrado es libre. En el sostenimiento del suspenso está el acierto total de La Cura; como texto, como dirección escénica y, por supuesto, como actuación. Hay una lucha por la preeminencia y el control, especialmente entre Clitemnestra y Penélope. Medusa es más seguidora. Nadie apostaría que ésta pasaría al primer plano de la acción para deshacerse del obstáculo representado por Clitemnestra, la más hábil y dotada en la manipulación de las otras dos y sus circunstancias. Hasta aquí, como thriller escénico funciona la dramaturgia de Manya Loria. Justificando en los asquerosos gabinetes de los inodoros por ser los lugares más seguros para la confidencialidad conspiratoria e intimidatoria. Por la anterior redondez en la trama, no dejan de parecer un pegote los viajes a los recuerdos, o fantasías, o recuerdos fantaseados de cada una de las internas, para más o menos enterarnos de los posibles motivos de su situación mental. En ese pasado desvelado figuran los consabidos desengaño, abuso y abandono en la historia personal femenina. Sin embargo en las tramas individuales, cada una de ellas está conflictuada de diferente manera con el recuerdo o el pasado; conflicto que estaría en el meollo del posible desorden de su comportamiento, y que necesita La cura, que no excluye la conclusión de todo comportamiento. Si se abundaran las tramas de los significados de los personajes significantes como referentes del comportamiento, aún en situación onírica, resultarían más trasladables, como espectáculo, a la trama, vidas, de Clitemnestra, Penélope y Medusa. Por mantenernos en la orilla del asiento apuntaré que el debut de El Hada Verde, de Manya Loria en la creación dramática, y de Connie Garrido en la dirección escénica ya sin el cobijo universitario se lleva más aplausos que cortés silencio.
“La cura” / Auditorio del Museo de la Ciudad, V. Guerrero #27, Centro Histórico de Querétaro / sábados de abril / 19:30 horas / se sugiere para adolescentes y adultos
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